El puente de La Fiere

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El puente de La Fiere

Mensajepor bertz » 18 Ene 2006, 16:00

Alrededor de la 1.00 a.m. del 6 de Junio de 1944, Marcus Heim saltó desde un C-47 sobre Normandía, Francia. Heim formaba parte de la Compañía A, del 505; su objetivo en concreto era conquistar y defender el Puente de La Fiere sobre el río Merderet hasta que llegasen los refuerzos del desembarco anfibio Aliado.
“De todas las operaciones del Teatro de Operaciones Europeo, la cabeza de puente sobre el Merderet era la que reunía las mayores dificultades y vicisitudes… esas condiciones por lo general sacaban a relucir lo mejor del soldado Americano”. S.L.A. Marshall.
A continuación se recogen los recuerdos del 6 de Junio de Marcus Heim. Ese día, su pequeño equipo de cuatro hombres consiguió bloquear la carretera cerca del Puente La Fiere, y fueron responsables de repeler varios contraataques alemanes.


Aterricé a unos veinticinco pies de un sendero, y antes de que pudiera preparar mi rifle pude oír una motocicleta acercándose. Me quedé quieto, ya que no había tenido tiempo de montar mi rifle, y ví pasar un par de soldados alemanes. Después de que pasaron, y con mi rifle montado, encontré a otros paracaidistas y nuestro material, y nos encaminamos al puente sobre el Merderet. Debíamos mantener el puente hasta que los soldados que desembarcarían en la playa llegasen a lo largo de la tarde, pero pasaron tres días hasta que alcanzaron nuestra posición.

Desde el Puente de La Fiere, según se mira en dirección a Ste. Mere-Eglise, la casa solariega quedaba a la derecha, y allí estaban los acuartelamientos. Había varios edificios, un enorme granero, que era lo más cercano al Río Merderet. Los alemanes habían ocupado la casa solariega, y estaban siendo obligados a retroceder por la compañía A del 505 después de violentos enfrentamientos. Según pasas la casa en dirección a Ste. Mere-Eglise, la carretera sube una colina y gira a la izquierda. Campo a través desde la casa solariega, había un sendero de unos cuatro pies de ancho, elevado y estrecho, con arbustos y árboles a cada lado, algunos caídos sobre él. Los campos estaban completamente inundados a los lados del camino. La ciudad de Cauquigny estaba a unas 800 o 900 yardas del puente, y estaba en manos alemanas. El sendero se curvaba a la derecha a unas 60 o 65 yardas del puente.

Cuando llegamos al puente, los hombres se dispusieron a la derecha del camino y a la izquierda de la casa solariega, fuera de los edificios. Los cuatro hombres con bazooka éramos Lenold Peterson, John Bolderson, Gordon Pryne y yo mismo. Peterson y yo tomamos posiciones en la casa solariega encarados hacia Cauquigny, bajo la carretera. Había una torre de teléfono de cemento delante nuestra, así que nos atrincheramos tras ella. Sabíamos que cuando los alemanes lanzasen el ataque con sus tanques tendríamos que abandonar nuestra madriguera y revelar nuestras posiciones para tener más visibilidad de los tanques. Bolderson y Pryne estaban a la derecha de la carretera. No recuerdo cuántos paracaidistas había a nuestro alrededor, habían montado una ametralladora en los terrenos de la casa. A la derecha, carretera abajo, hombres con rifles habían tomado posiciones.

Había un cañón de 57mm carretera arriba, detrás nuestro, junto con alguna otra ametralladora. Llevábamos minas antitanques y cohetes de bazooka que recogimos en la zona de aterrizaje. Situamos las minas a lo largo del camino, a unos 50 o 60 pies del otro lado del puente. Había un camión alemán averiado cerca de la casa, y lo empujamos y arrastramos por el puente, hasta que lo atravesamos en la carretera. Los alemanes pasaron toda la tarde disparando contra nuestras posiciones, pero el rumor era que lanzarían un contraataque. Alrededor de las 5 de la tarde, los alemanes lanzaron su ataque. Dos tanques, con infantería a cada lado, seguidos por un tercer tanque con más infantería. Según asomaba el tanque en cabeza por la curva, el comandante salió a la torreta para echar un vistazo, y nuestra ametralladora de la izquierda soltó una ráfaga y mató al comandante. Al mismo tiempo, los bazookas, el 57 y todo lo que teníamos abrió fuego contra los alemanes, y ellos a cambio nos dispararon con cañones, morteros, ametralladoras y fuego de fusil.

Lenold Peterson y yo (que hacía de cargador) estábamos más adelantados; salimos de nuestra madriguera y nos quedamos a cubierto tras la torre, así podríamos tener un disparo más claro hacia los tanques. Tuvimos que contener el fuego hasta el último momento, porque algunas ramas a lo largo del camino bloqueaban nuestra línea de visión. Conseguimos un impacto sobre el tanque, pero empezó a girar al mismo tiempo que movió su torreta y abrió fuego contra nosotros. Tuvimos que ponernos a cubierto con la torre cuando un cañonazo alemán la impactó, y tuvimos que saltar para que no se nos derrumbase encima. Esperaba que Bolderson y Pryne estuvieran disparando contra el mismo tanque, porque con todo lo que pasaba delante de nuestras narices no teníamos tiempo de ver qué hacían los demás. Seguimos disparando contra el primer tanque hasta que lo dejamos fuera de juego y ardiendo. El segundo tanque avanzó, y empujó al primero para sacarlo de la carretera. Así que movimos el bazooka hacia el segundo y disparamos tan rápido como podía cargar los cohetes. Mantuvimos el fuego sobre el segundo tanque, le dimos en la torreta, justo donde se une al cuerpo, también en las orugas, y con otro impacto más empezó a arder. Peterson y yo nos estábamos quedando sin cohetes, y el tercer tanque estaba todavía operativo. Peterson me pidió que cruzase la carretera y mirase si a Bolderson le quedaba algún cohete de sobra. Corrí a través de la carretera, y con todo aquél fuego cruzado aún me cuesta creer que llegase al otro lado de una pieza.

Cuando llegué, vi un soldado muerto, y Bolderson y Pryne se habían ido. Su bazooka estaba tendido en el suelo, dañado por lo que pensé que eran agujeros de bala. Al no encontrar ni a Bolderson ni a Pyrne, supuse que uno o ambos estaban heridos. Encontré los cohetes que habían abandonado, y tuve que volver donde había dejado a Peterson. Los alemanes nos seguían disparando, y de nuevo tuve suerte, llegué sin un rasguño. Peterson y yo usamos los cohetes que encontré con el tercer tanque. Después de dejarlo fuera de combate, los alemanes se retiraron hacia Cauquigny, y continuaron ametrallándonos el resto de la noche. También intentaron dos contraataques más sobre nuestra posición, que igualmente fallaron.

Durante el combate, uno no tiene tiempo de echar un vistazo alrededor y ver cómo se las apañan los demás. Nos dijeron que cuando tomásemos posiciones en el puente, las mantuviésemos hasta que llegasen hombres desde la playa; puesto que si nos sobrepasaban, los alemanes tendrían una buena oportunidad de llegar a la playa. Nuestra tarea era plantarnos en la boca del puente de La Fiere con nuestro bazooka, y parar cualquier tanque que quisiera pasar por él hacia Ste. Mere-Eglise y las playas. Y eso fue lo que hicimos, mientras los alemanes nos tiraban todo lo que tenían.

Después de que crucé la carretera y encontré los cohetes y volví, el tercer tanque quedó fuera de combate, y los alemanes se retiraron. Cuando lo hicieron, miré alrededor, pero no vi a nadie, y volvimos a nuestra madriguera. Mirando atrás, hacia St. Mere-Eglise vi que el cañón de 57mm y la ametralladora habían sido destruidos. Mirando hacia abajo, hacia el camino que salía de la casa, no se veía a ninguno de nuestros hombres. Pensábamos que estábamos solos y que debíamos salir de allí, pero entonces alguien llegó y nos dijo que mantuviésemos nuestra posición mientras él buscaba más hombres, porque pensaba que los alemanes tratarían de romper nuestras líneas. Luego supimos que la mayor parte de los que defendimos aquél puente murió o resultó herida. Solo el buen Dios sabe por qué nosotros salimos ilesos.

Por mantener su posición y rechazar a los alemanes el 6 de Junio de 1944, Heim, Peterson, Bolderson y Pryne recibieron cada uno la Cruz de Servicios Distinguidos.

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