El otro día jugué contra Crotblot una partida que era la primera de una serie en la que queremos reflejar, más o menos, la operación “Crusader”, uno de los intentos (el 3º) para liberar Tobruk del cerco del Eje; el formato sería como una campaña del tipo "axis of battle". Y como no tengo fotos ni capacidad de hacer diagramas, pues la relataré de la manera que sigue. Hay alguna licencia histórica en cuanto al equipamiento, siento las posibles perturbaciones que esto pueda causar.
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La operación había comenzado bien. Las posiciones enemigas de la frontera habían cedido bajo el aplastante superioridad en artillería y blindados. Los italianos habían huido o se habían rendido y el XIII Cuerpo podía continuar con el plan: liberar Tobruk por el camino de la costa, mientras el XXX se enfrentaba al grueso de las divisiones panzer germanas. Habían dejado a un lado el Fuerte Capuzzo y las demás plazas costeras, sin intentar tomarlas; si liberaban Tobruk y repelían a Rommel, caería como fruta madura.
El reconocimiento aéreo había localizado una unidad de cobertura alemana unos kilómetros más adelante, compuesta de vehículos de reconocimiento y algunos tanques, acompañados de infantería y unos cuantos cañones de artillería, que se estimaban serían de los capturados en la retirada aliada. Tendrían que evitar que se retiraran ordenadamente, inflingiéndoles las mayores bajas posibles mientras seguía el avance. No podían rodear una concentración tal de fuerzas enemigas, que podrían hostigar las formaciones de la infantería neocelandesa e india que les seguían y podían cortar los suministros que les mantenían activos.
El capitán, desde su nuevo tanque Crusader, motivo del nombre de la operación, fue informado de estos planes y fue llamando a formación de la unidad. Su escuadrón de blindados ligeros tendría que atacar a esa compañía germana sin dilación. Tenía a su disposición sus tanques de la plana mayor, contabilizando 2 Crusader II CS y 2 aún más nuevos Crusader III. Sus escuadrones provenían de todas partes; tenía Stuarts, más Crusader y 2 formaciones de Grant para apoyarle en el avance. Un pelotón de infantería motorizada le seguía de cerca, mientras 2 patrullas de Universal Carrier iban por delante buscando posibles emboscadas.
Él no lo sabía, pero el enemigo estaba bien atrincherado, muy motivado y con un equipamiento nada desdeñable. 3 agrupaciones de vehículos de reconocimiento buscaban la vanguardia enemiga para anularla y así dejar campo libre a los cañones ocultos. Un poco atrás, ocultos en un valle, quedaba un pelotón de Panzer III N y unos pocos SdKfz 251 con infantería dispuestos a acudir a cualquier posible brecha del frente. Un pelotón de ingenieros y una batería de cañones con los transportes cerca estaba expectante por las grandes nubes de polvo que se veían en el horizonte frente a ellos.
La RAF comenzó el ataque por su cuenta, avisando a los alemanes de que el ataque era inminente. Durante toda la jornada estuvieron bajo el peligro de los aviones ingleses, aunque la profundidad de los pozos de tirador hizo muy difícil la localización y la destrucción. Entre dos líneas de suaves dunas se marcó uno de los objetivos, pues ahí estaba el puesto de mando del Eje. Capturar a su Plana Mayor sería un duro golpe y devolvería la pérdida del General O’Connor meses antes. Otras dos zonas eran consideradas importantes: la destrucción de la artillería y unas ruinas de tiempos inmemoriales que albergaban un pozo.
Los ingleses se desplegaron, con un escuadrón de Grant para hostigar a la artillería y el resto atacando directamente por el valle central o por la meseta de las ruinas de la izquierda. La infantería dejó sus camiones en retaguardia y comenzó a avanzar junto con el resto de blindados. Las cargas frontales no eran buena idea frente a un enemigo atrincherado y dispuesto para el combate, pero no había opción.
Las patrullas de vehículos de reconocimiento comenzaron el combate, buscándose y corriendo por la llanura envuelta en polvo. La llegada de los blindados ingleses hizo que se retiraran del campo de batalla sin dejar de disparar, dejando algún coche blindado ardiendo.
Cuando el escuadrón C de Grant junto al A de Crusader penetraron en el valle, recibieron una repentina salva de antitanques procedentes de unas formaciones rocosas. Ni la aviación ni el reconocimiento habían localizado tres enormes cazacarros Diana. Un motivo más para quejarse, pensó el capitán y 2 Grant fueron puestos fuera de combate. En las ruinas fueron localizados dos equipos de reglaje de artillería con sus obsoletos panzer II, que si bien no estaban a la altura de los Grant, para los Crusader y Stuart eran una amenaza a tener en cuenta. Los muros de la construcción evitaron su destrucción durante un tiempo mientras se desplazaban hacia el objetivo, y al final fueron neutralizados.
La RAF volvió a acudir en ayuda de las tropas aliadas, destruyendo con sus proyectiles un Panzer III y obligando a los Diana a dispersarse. El intercambio de disparos entre los Crusader y el único Grant contra los Panzer y Diana se saldó con la destrucción de 1 Diana y 1 Panzer III con la pérdida de todos los Crusader y el restante Grant. Las tripulaciones que pudieron escapar se retiraron, dejando a sus compañeros carbonizados en el interior de sus carros de combate ardiendo. La infantería británica, que había avanzado al amparo de las dunas, se acercó lo suficiente para disparar con sus “Boys” a los Diana, pero éstos se retiraron, llamando a la infantería blindada para cubrir su retirada. Pudieron tomar prisioneros a la tripulación de un Panzer III que echaba humo. Dos hombres los condujeron a retaguardia para ser interrogados.
En las ruinas, se acercaba el momento cumbre. Atravesando la barrera de artillería alemana, habían conseguido localizar los puestos de la infantería, pero sus cañones no tenían capacidad de destrucción y sus ametralladoras nada hacían a los pozos de tirador en los que se ocultaban, así que se acercaron aún más para obligarles a salir o morir aplastados bajo sus cadenas. Las tripulaciones del escuadrón ligero de Stuarts, recién llegados y sin conocimiento del combate, se lanzaron imprudentemente contra las ruinas, comenzando un tiroteo que al resto quedaba oculto por el humo de las explosiones y el polvo levantado por las orugas. El capitán, consciente de la poca experiencia de sus hombres, les acompañó en el combate. Al rato, el polvo comenzó a posarse y los pocos supervivientes de las tropas del eje se alejaron rápidamente. Las ruinas habían sido tomadas a costa de la pérdida de 2 blindados ligeros. Los Crusader de la Plana Mayor y un superviviente del pelotón de Carrier tomaron posiciones defensivas alrededor de las ruinas, esperando al enemigo que tenía que aparecer por encima de las dunas.
Esperaron y esperaron, pero no apareció nadie. Las tropas alemanas se habían retirado ordenadamente, llevándose incluso la artillería. El avance aliado podía continuar, aunque esa formación enemiga había escapado a su destrucción.
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Jugamos un Fighting withdrawal, con un escuadron de blindados ligeros y él con una PanzerSpäh. Acabé ganando porque no pudo llevar a nadie para disputar el objetivo que los Stuart habían tomado. Pudo disparar con los Diana y con la artillería, pero no pudo destruir a los tres pelotones (Stuart, Crusader de la Plana Mayor que habían formado pelotón con el 2iC al inicio y el superviviente de los Bren Carrier) que rodeaban el objetivo. Perdí una patrulla de Bren Carrier, un pelotón de crusader y uno de Grant entre las dunas (por el valle de la muerte, cabalgaron los 600, iba recitando), y el alemán el de ingenieros, el de Panzer III y uno de reconocimiento (222).
Esta tarde toca la segunda batalla, una Compañía de Infantería de la división neocelandesa atacará a una Schutzen alemana en un Hold the Line. Marcará la ruptura o no del cerco de Tobruk, pero lo más importante llegará en la siguiente batalla, donde el XXX Cuerpo con sus 700 tanques luchará en un FFA o un Encounter contra el grueso de las Panzerdivisionen alemanas y sus 200 blindados. Si los ingleses ganan, Rommel tendrá que retirarse a sus posiciones de partida. Si ganan los alemanes, podrán cortar y aislar al XIII Cuerpo.
Operación Crusader (2º batalla)
Operación Crusader (2º batalla)
Última edición por Stendal el 20 Oct 2009, 22:42, editado 1 vez en total.
"La juventud no fue hecha para el placer sino para el heroísmo". Paul Claudel
Re: Operación Crusader (1º batalla)
Estimado Stendal: en el Carrefour seguro que tienes una cámara barata...
Una redacción tan esmerada merece un apoyo fotográfico.
Sobre todo, quiero fotos de esos 900 tanques en el campo de batalla...
Una redacción tan esmerada merece un apoyo fotográfico.
Sobre todo, quiero fotos de esos 900 tanques en el campo de batalla...
Re: Operación Crusader (1º batalla)
Stendal... eres un malvado.
No está nada bien eso de dejarnos a medias.
A cambio de aceptar público en tus siguientes partidas estamos dispuestos a sacar fotos y llevar cervezas.
No está nada bien eso de dejarnos a medias.
A cambio de aceptar público en tus siguientes partidas estamos dispuestos a sacar fotos y llevar cervezas.
Re: Operación Crusader (1º batalla)
Jajaja, no hice fotos en la primera batalla porque no tenemos las tropas representadas (usamos “proxies”) y ni siquiera están pintadas, estamos en pleno proceso de agrupación y acondicionamiento.
Bueno, pues aquí va la segunda batalla. Tampoco tenemos fotos (no quiero que veáis cómo 5 sherman y un M10 hacen de Matildas, o 3 Tetrarcas hacen de Humber III… y un Jagpanzer IV del 3º Diana!).
Aquí va el relato de la segunda batalla de la Operación Crusader:
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Tras atravesar kilómetros y kilómetros de llanuras, hostigados por las patrullas enemigas y la aviación germana, redujeron la marcha para reagruparse. Delante de las fuerzas británicas se encontraban ahora las tropas que rodeaban Tobruk. Se había acordado una salida desde la sitiada guarnición al día siguiente, pero antes debían abrirles un corredor. Y les tocaba a ellos cumplir la misión.
Los habían escogido por ser los mejores en las peores situaciones, y se habían ganado la reputación con sangre. El batallón maorí de la división neocelandesa era temido por los alemanes, por los italianos… y por los ingleses. No por sus hermanos de la división, pero los de las compañías indias no se acercaban a ellos, ni los oficiales oriundos de la metrópoli.
Sus fuerzas debían tomar la carretera por la que debían afluir los suministros y los refuerzos para Tobruk y salir por ella la gran cantidad de heridos que tenían los hospitales. A los lados de la carretera unas colinas se recortaban en el atardecer. Unas colinas que dominaban toda la llanura circundante. No podían dejar de estar ocupadas, aunque se estimaba que el enemigo no debía superar media compañía. Pero eso cambia rápidamente en el desierto si comienzas a ver nubes de polvo en el horizonte, así que se prepararon para una larga batalla. Dejaron todo lo prescindible atrás y esperaron. Esperaron a que el sol, ardiente como el fuego, dejara de caminar por el cielo y se fuera a dormir. La noche es la amiga del maorí, les proporciona aquello que más les gusta: la sorpresa.
Al capitán le habían asignado, aparte de sus propias tropas neocelandesas, varios morteros medios, algunos viejos morteros pesados y dos escuadrones de lentos tanques Matilda, ruidosos y poco aptos para la veloz y fluida lucha del desierto. Un escuadrón de baqueteados Humber les precedería, les habían comunicado. Esto último no era del agrado del capitán, pues no querían a nadie delante de ellos que pudiera alertar a los hunos, ya que podía estropearles todo el plan de acercamiento, pero los superiores mandan y los maoríes obedecen, no se presentaron voluntarios para rebelarse justo ahora que estaban frente al enemigo.
Era noche de luna nueva, así que no sabían qué hora era. Comenzaron a aproximarse a sus objetivos guiándose por las estrellas. Con luna habría sido más sencillo guiarse, pero la oscuridad favorece al cazador. Iban desplegados en un amplio frente, con los tanques entre sus líneas. Los observadores de los morteros, cargados con sus equipos de transmisión, maldecían por haber dejado atrás sus vehículos y deseaban que se hiciera de día cuanto antes para aprovechar su entrenamiento. La noche es favorable para el maorí, y ellos lo comprendían. Mientras caminaban se esforzaban por encontrar algún signo de las posiciones alemanas y llamar pidiendo el pertinente apoyo artillero… ¡allá estaban! Los Humber se habían acercado demasiado a los alemanes, que salían a ocupar sus pozos de tirador a escasas decenas de metros frente a ellos. Los vehículos ligeros les atacaron inmediatamente con sus ametralladoras, rasgando la oscuridad con sus fogonazos. Arrollaron la posición de una ametralladora pesada e hicieron retroceder a los alemanes. Los morteros comenzaban a notarse en el campo, y la caída de un proyectil de mortero en la completa oscuridad era aún más aterrador que durante el día. Bien, eso es bueno, se decía el teniente del tercer pelotón de maoríes, que se acercaban sigilosamente a las colinas. Cuanto más miedo, mejor para ellos.
Los Matilda atronaban la noche con sus cadenas, provocando desconcierto entre los alemanes, que no distinguían nada en la negrura nocturna. Sus proyectiles buscaban y buscaban, pero casi siempre acertaban al vacío. Un Panzer II bajó por la ladera de la colina para investigar si realmente estaban frente a un ataque o sólo era una incursión para probar sus defensas. Cuando estaba cerca vislumbró las formas que se acercaban y disparó con todas sus armas, derribando a unos cuantos soldados pero sin afectar al ímpetu del avance.
Siguieron avanzando aprovechando la oscuridad. Los pesados tanques de infantería se acercaron a la posición que habían arrollado los Humber y localizaron a los alemanes en las cercanías. Como los vehiculos blindados, el primer pelotón de tanques aplastó con su mero peso una pieza anticarro e hizo retroceder de nuevo a los alemanes, que se preguntaban de dónde habían salido esos mastodontes, que se movían sin luces. Un 88, escondido en una hendidura de las colinas, comenzó a disparar contra el segundo escuadrón de Matildas, incendiando uno. Las llamas produjeron sombras fantasmagóricas, y los gritos de la tripulación no ayudaron a calmar los nervios de los alemanes. A los maoríes esto no les afectó en lo más mínimo. Estaban deseosos de que los alemanes conocieran el verdadero terror. Los proyectiles de mortero seguían cayendo, levantando nubes de humo y sembrando de metralla el campo.
La artillería alemana comenzó a responder al ataque, pero sin la comunicación de sus equipos de observación, pusieron su elevación a cero e intentaron batir lo que de lejos parecían carros enemigos. Sus proyectiles fallaron o rebotaron en la gruesa coraza de los tanques. El segundo pelotón de maoríes se acercaba a la carretera, pero la presencia de otro Panzer II les hizo tomar cautela en la aproximación. Si les localizaban, podrían verse envueltos en el torbellino de la artillería. Mientras, los Humber se encontraron con una nueva amenaza que no habían localizado antes; un pelotón entero de alemanes con piezas anticarro les obstruía el camino hacia el otro objetivo, y rompieron el contacto para encontrar otra vía de aproximación. Uno no lo consiguió y estalló en una bola de fuego.
Las colinas se convirtieron en un infierno. Cinco pesados tanques atacaban a los infantes, que se retiraban ordenadamente por entre las rocas mientras seguían cayendo proyectiles de mortero. Entre las sombras, el fuego y el humo se comenzó a oír un griterío atroz que nunca antes habían escuchado, y surgieron unas figuras aullantes que acuchillaron y ametrallaron a todo lo que se movía. Era la hora de los maoríes. Valientemente los germanos contraatacaron matando a algunos, pero la horda berreante acabó rompiendo su voluntad y salieron huyendo ladera abajo, dejando gran parte de sus compañeros inermes en el suelo. El jefe de pieza del 88 ordenó que giraran el pesado cañón, pero la mayor parte de sus tripulantes, presa del pánico, habían abandonado sus puestos. Sacó su pistola y derribó a dos enemigos, pero una bayoneta atravesó su pecho antes de poder reaccionar ante un tercero surgido de la oscuridad. Los hombres de las islas del Pacífico buscaron y buscaron y no hallaron ningún enemigo más en las cercanías. Las colinas habían sido tomadas, y con ellas el objetivo. Al mirar hacia la retaguardia enemiga, llanura abajo, se veían los faros de cuatro vehículos que se acercaban rápidamente a ellos, así que se escondieron entre los peñascos a la espera de acontecimientos, ansiosos por causar más destrucción y sobre todo, más terror.
Los Matilda seguían bajo el fuego del tiro directo de los cañones germanos, pero el resultado siempre era el mismo, el blindaje era demasiado fuerte. De la retaguardia enemiga surgieron más fogonazos, pero los proyectiles que impactaron no hicieron más que mellar la coraza y rascarle la pintura. Los tanques respondieron al fuego de esta nueva amenaza con sus cañones. Más tarde podrían distinguir los restos carbonizados de un cazacarros Diana destruido por los pequeños cañones de los Matilda; realmente poco más podían esperar de esas “agujas”, como les llamaban sus tripulaciones.
Los vehículos que se aproximaban a las colinas se detuvieron y escucharon varias voces que se cruzaban palabras en alemán. Parecía infantería blindada, que se desplegó y emplazó sus ametralladoras ligeras. Junto a los vehículos barrieron las colinas con una lluvia de proyectiles; pero sin blancos localizados, no hubo bajas. El capitán se levantó y comenzó de nuevo a aullar y a realizar la “Haka”, seguido casi inmediatamente por sus suboficiales y la tropa, que se desgañitaron y dispararon al aire con todo lo que encontraron en medio de la noche. Los alemanes volvieron apresuradamente a sus transportes y se retiraron.
Amaneció horas más tarde y pudieron ver las caras espantadas de los enemigos abatidos en la noche anterior, con los ojos abiertos como platos y con las manos aferradas a sus fusiles. La carretera de Tobruk estaba abierta, y ya se tenían informes de que las columnas de refuerzo y suministros comenzaban a desplazarse.
Había sido una noche muy divertida para los maoríes. Al calor de la mañana reían e intercambiaban equipo del enemigo derrotado. Otros merodeaban en torno a los Matilda, que se habían ganado la admiración del batallón maorí por el espantoso estruendo que hacían sus cadenas cuando les metías piedras entre los engranajes de la oruga. Por la noche ese sonido resultaba delicioso.
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Las listas:
Rifle Coy Maorí (Neocelandeses) CV
HQ
Pelotón maorí con mortero ligero, rifle antitanque y con bombas improvisadas
Pelotón maorí con mortero ligero y rifle antitanque
Pelotón maorí con mortero ligero y rifle antitanque
2 secciones de morteros medios
2 secciones de morteros pesados
3 Matilda
3 Matilda
3 Humber III (destruido)
La lista del alemán: Schutzen Komp, 90º ligera
HQ con 2 HMG (atachada cada una a cada pelotón de infantes), CiC con pznaker
Pelotón completo con PJK41, PzB 2.8cm y mortero medio (destruido)
Pelotón completo con PJK41, PzB 2.8cm y mortero medio.
Pelotón completo de Schutzen Späh con PzB 2.8cm en el halftrack de mando
2 8-rad
3 Diana
Batería de 25 pdr con 2 Panzer II OP
Un 88 (destruido)
La partida terminó con victoria aliada en el turno 4. No había tropas para disputar el objetivo pues en la cabeza de mi oponente surgió la equivocada idea de que un Pz II OP podía mantener un objetivo. Si la Schutzen Späh hubiese realizado con éxito el Sturmtrooper podía habérmelo disputado, pero falló. El ataque nocturno salió a la perfección, impidiendo al alemán aprovechar la potencia de fuego de los pelotones de Schutzen y el alcance del 88 y los Diana, permitiendo además a mis infantes llegar casi incólumes al combate cuerpo a cuerpo, donde ser Veteranos se notó mucho. El “Haka” no fue muy aprovechado, pero metió el miedo en el cuerpo a mi oponente, que desplegó el CiC muy cerca del frente para paliarlo. Al machacar su pelotón acabó huyendo con él.
Ya en el turno 1 hubo asalto con los Humber, pues desplegó su línea defensiva en la cresta de la colina, a 43 cm. del despliegue aliado. Luego encadené los asaltos sucesivamente con los Matilda (verdaderos leviatanes del campo, aguantaron todo menos fuego del 88) en el turno 2 y con la infantería en el 3 hasta que pude expulsarlos de las colinas y del objetivo cercano. Las emboscadas no cumplieron con las expectativas de mi oponente, pero debo decir que en mi opinión se equivocó mucho en desplegar su segundo pelotón de Schutzen (emboscado) en el objetivo lejano, donde lo único que pudo hacer fue disparar a larga distancia contra los Matilda y un pelotón de infantes que iba por aquel extremo… habría sido mejor desplegarlos en las cercanías del objetivo y aprovechar la cantidad exorbitada de dados que puede disparar. El 88 en la cima de la colina era de esperar, pues necesitaba parar a mis Matilda y no podía hacerlo desde lejos en medio de la noche. Jugó bastante bien con el pelotón de infantes que defendía el objetivo cercano, replegándolo en lugar de contraatacar, manteniéndolo vivo y entero durante más tiempo para ganar turnos y que se hiciera de día o llegara alguna reserva.
Y bueno, para la semana que viene, la tercera batalla, que como dije será o FFA o Encounter (aleatorio) entre dos formaciones de tanques. Seguiremos informando…
Bueno, pues aquí va la segunda batalla. Tampoco tenemos fotos (no quiero que veáis cómo 5 sherman y un M10 hacen de Matildas, o 3 Tetrarcas hacen de Humber III… y un Jagpanzer IV del 3º Diana!).
Aquí va el relato de la segunda batalla de la Operación Crusader:
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Tras atravesar kilómetros y kilómetros de llanuras, hostigados por las patrullas enemigas y la aviación germana, redujeron la marcha para reagruparse. Delante de las fuerzas británicas se encontraban ahora las tropas que rodeaban Tobruk. Se había acordado una salida desde la sitiada guarnición al día siguiente, pero antes debían abrirles un corredor. Y les tocaba a ellos cumplir la misión.
Los habían escogido por ser los mejores en las peores situaciones, y se habían ganado la reputación con sangre. El batallón maorí de la división neocelandesa era temido por los alemanes, por los italianos… y por los ingleses. No por sus hermanos de la división, pero los de las compañías indias no se acercaban a ellos, ni los oficiales oriundos de la metrópoli.
Sus fuerzas debían tomar la carretera por la que debían afluir los suministros y los refuerzos para Tobruk y salir por ella la gran cantidad de heridos que tenían los hospitales. A los lados de la carretera unas colinas se recortaban en el atardecer. Unas colinas que dominaban toda la llanura circundante. No podían dejar de estar ocupadas, aunque se estimaba que el enemigo no debía superar media compañía. Pero eso cambia rápidamente en el desierto si comienzas a ver nubes de polvo en el horizonte, así que se prepararon para una larga batalla. Dejaron todo lo prescindible atrás y esperaron. Esperaron a que el sol, ardiente como el fuego, dejara de caminar por el cielo y se fuera a dormir. La noche es la amiga del maorí, les proporciona aquello que más les gusta: la sorpresa.
Al capitán le habían asignado, aparte de sus propias tropas neocelandesas, varios morteros medios, algunos viejos morteros pesados y dos escuadrones de lentos tanques Matilda, ruidosos y poco aptos para la veloz y fluida lucha del desierto. Un escuadrón de baqueteados Humber les precedería, les habían comunicado. Esto último no era del agrado del capitán, pues no querían a nadie delante de ellos que pudiera alertar a los hunos, ya que podía estropearles todo el plan de acercamiento, pero los superiores mandan y los maoríes obedecen, no se presentaron voluntarios para rebelarse justo ahora que estaban frente al enemigo.
Era noche de luna nueva, así que no sabían qué hora era. Comenzaron a aproximarse a sus objetivos guiándose por las estrellas. Con luna habría sido más sencillo guiarse, pero la oscuridad favorece al cazador. Iban desplegados en un amplio frente, con los tanques entre sus líneas. Los observadores de los morteros, cargados con sus equipos de transmisión, maldecían por haber dejado atrás sus vehículos y deseaban que se hiciera de día cuanto antes para aprovechar su entrenamiento. La noche es favorable para el maorí, y ellos lo comprendían. Mientras caminaban se esforzaban por encontrar algún signo de las posiciones alemanas y llamar pidiendo el pertinente apoyo artillero… ¡allá estaban! Los Humber se habían acercado demasiado a los alemanes, que salían a ocupar sus pozos de tirador a escasas decenas de metros frente a ellos. Los vehículos ligeros les atacaron inmediatamente con sus ametralladoras, rasgando la oscuridad con sus fogonazos. Arrollaron la posición de una ametralladora pesada e hicieron retroceder a los alemanes. Los morteros comenzaban a notarse en el campo, y la caída de un proyectil de mortero en la completa oscuridad era aún más aterrador que durante el día. Bien, eso es bueno, se decía el teniente del tercer pelotón de maoríes, que se acercaban sigilosamente a las colinas. Cuanto más miedo, mejor para ellos.
Los Matilda atronaban la noche con sus cadenas, provocando desconcierto entre los alemanes, que no distinguían nada en la negrura nocturna. Sus proyectiles buscaban y buscaban, pero casi siempre acertaban al vacío. Un Panzer II bajó por la ladera de la colina para investigar si realmente estaban frente a un ataque o sólo era una incursión para probar sus defensas. Cuando estaba cerca vislumbró las formas que se acercaban y disparó con todas sus armas, derribando a unos cuantos soldados pero sin afectar al ímpetu del avance.
Siguieron avanzando aprovechando la oscuridad. Los pesados tanques de infantería se acercaron a la posición que habían arrollado los Humber y localizaron a los alemanes en las cercanías. Como los vehiculos blindados, el primer pelotón de tanques aplastó con su mero peso una pieza anticarro e hizo retroceder de nuevo a los alemanes, que se preguntaban de dónde habían salido esos mastodontes, que se movían sin luces. Un 88, escondido en una hendidura de las colinas, comenzó a disparar contra el segundo escuadrón de Matildas, incendiando uno. Las llamas produjeron sombras fantasmagóricas, y los gritos de la tripulación no ayudaron a calmar los nervios de los alemanes. A los maoríes esto no les afectó en lo más mínimo. Estaban deseosos de que los alemanes conocieran el verdadero terror. Los proyectiles de mortero seguían cayendo, levantando nubes de humo y sembrando de metralla el campo.
La artillería alemana comenzó a responder al ataque, pero sin la comunicación de sus equipos de observación, pusieron su elevación a cero e intentaron batir lo que de lejos parecían carros enemigos. Sus proyectiles fallaron o rebotaron en la gruesa coraza de los tanques. El segundo pelotón de maoríes se acercaba a la carretera, pero la presencia de otro Panzer II les hizo tomar cautela en la aproximación. Si les localizaban, podrían verse envueltos en el torbellino de la artillería. Mientras, los Humber se encontraron con una nueva amenaza que no habían localizado antes; un pelotón entero de alemanes con piezas anticarro les obstruía el camino hacia el otro objetivo, y rompieron el contacto para encontrar otra vía de aproximación. Uno no lo consiguió y estalló en una bola de fuego.
Las colinas se convirtieron en un infierno. Cinco pesados tanques atacaban a los infantes, que se retiraban ordenadamente por entre las rocas mientras seguían cayendo proyectiles de mortero. Entre las sombras, el fuego y el humo se comenzó a oír un griterío atroz que nunca antes habían escuchado, y surgieron unas figuras aullantes que acuchillaron y ametrallaron a todo lo que se movía. Era la hora de los maoríes. Valientemente los germanos contraatacaron matando a algunos, pero la horda berreante acabó rompiendo su voluntad y salieron huyendo ladera abajo, dejando gran parte de sus compañeros inermes en el suelo. El jefe de pieza del 88 ordenó que giraran el pesado cañón, pero la mayor parte de sus tripulantes, presa del pánico, habían abandonado sus puestos. Sacó su pistola y derribó a dos enemigos, pero una bayoneta atravesó su pecho antes de poder reaccionar ante un tercero surgido de la oscuridad. Los hombres de las islas del Pacífico buscaron y buscaron y no hallaron ningún enemigo más en las cercanías. Las colinas habían sido tomadas, y con ellas el objetivo. Al mirar hacia la retaguardia enemiga, llanura abajo, se veían los faros de cuatro vehículos que se acercaban rápidamente a ellos, así que se escondieron entre los peñascos a la espera de acontecimientos, ansiosos por causar más destrucción y sobre todo, más terror.
Los Matilda seguían bajo el fuego del tiro directo de los cañones germanos, pero el resultado siempre era el mismo, el blindaje era demasiado fuerte. De la retaguardia enemiga surgieron más fogonazos, pero los proyectiles que impactaron no hicieron más que mellar la coraza y rascarle la pintura. Los tanques respondieron al fuego de esta nueva amenaza con sus cañones. Más tarde podrían distinguir los restos carbonizados de un cazacarros Diana destruido por los pequeños cañones de los Matilda; realmente poco más podían esperar de esas “agujas”, como les llamaban sus tripulaciones.
Los vehículos que se aproximaban a las colinas se detuvieron y escucharon varias voces que se cruzaban palabras en alemán. Parecía infantería blindada, que se desplegó y emplazó sus ametralladoras ligeras. Junto a los vehículos barrieron las colinas con una lluvia de proyectiles; pero sin blancos localizados, no hubo bajas. El capitán se levantó y comenzó de nuevo a aullar y a realizar la “Haka”, seguido casi inmediatamente por sus suboficiales y la tropa, que se desgañitaron y dispararon al aire con todo lo que encontraron en medio de la noche. Los alemanes volvieron apresuradamente a sus transportes y se retiraron.
Amaneció horas más tarde y pudieron ver las caras espantadas de los enemigos abatidos en la noche anterior, con los ojos abiertos como platos y con las manos aferradas a sus fusiles. La carretera de Tobruk estaba abierta, y ya se tenían informes de que las columnas de refuerzo y suministros comenzaban a desplazarse.
Había sido una noche muy divertida para los maoríes. Al calor de la mañana reían e intercambiaban equipo del enemigo derrotado. Otros merodeaban en torno a los Matilda, que se habían ganado la admiración del batallón maorí por el espantoso estruendo que hacían sus cadenas cuando les metías piedras entre los engranajes de la oruga. Por la noche ese sonido resultaba delicioso.
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Las listas:
Rifle Coy Maorí (Neocelandeses) CV
HQ
Pelotón maorí con mortero ligero, rifle antitanque y con bombas improvisadas
Pelotón maorí con mortero ligero y rifle antitanque
Pelotón maorí con mortero ligero y rifle antitanque
2 secciones de morteros medios
2 secciones de morteros pesados
3 Matilda
3 Matilda
3 Humber III (destruido)
La lista del alemán: Schutzen Komp, 90º ligera
HQ con 2 HMG (atachada cada una a cada pelotón de infantes), CiC con pznaker
Pelotón completo con PJK41, PzB 2.8cm y mortero medio (destruido)
Pelotón completo con PJK41, PzB 2.8cm y mortero medio.
Pelotón completo de Schutzen Späh con PzB 2.8cm en el halftrack de mando
2 8-rad
3 Diana
Batería de 25 pdr con 2 Panzer II OP
Un 88 (destruido)
La partida terminó con victoria aliada en el turno 4. No había tropas para disputar el objetivo pues en la cabeza de mi oponente surgió la equivocada idea de que un Pz II OP podía mantener un objetivo. Si la Schutzen Späh hubiese realizado con éxito el Sturmtrooper podía habérmelo disputado, pero falló. El ataque nocturno salió a la perfección, impidiendo al alemán aprovechar la potencia de fuego de los pelotones de Schutzen y el alcance del 88 y los Diana, permitiendo además a mis infantes llegar casi incólumes al combate cuerpo a cuerpo, donde ser Veteranos se notó mucho. El “Haka” no fue muy aprovechado, pero metió el miedo en el cuerpo a mi oponente, que desplegó el CiC muy cerca del frente para paliarlo. Al machacar su pelotón acabó huyendo con él.
Ya en el turno 1 hubo asalto con los Humber, pues desplegó su línea defensiva en la cresta de la colina, a 43 cm. del despliegue aliado. Luego encadené los asaltos sucesivamente con los Matilda (verdaderos leviatanes del campo, aguantaron todo menos fuego del 88) en el turno 2 y con la infantería en el 3 hasta que pude expulsarlos de las colinas y del objetivo cercano. Las emboscadas no cumplieron con las expectativas de mi oponente, pero debo decir que en mi opinión se equivocó mucho en desplegar su segundo pelotón de Schutzen (emboscado) en el objetivo lejano, donde lo único que pudo hacer fue disparar a larga distancia contra los Matilda y un pelotón de infantes que iba por aquel extremo… habría sido mejor desplegarlos en las cercanías del objetivo y aprovechar la cantidad exorbitada de dados que puede disparar. El 88 en la cima de la colina era de esperar, pues necesitaba parar a mis Matilda y no podía hacerlo desde lejos en medio de la noche. Jugó bastante bien con el pelotón de infantes que defendía el objetivo cercano, replegándolo en lugar de contraatacar, manteniéndolo vivo y entero durante más tiempo para ganar turnos y que se hiciera de día o llegara alguna reserva.
Y bueno, para la semana que viene, la tercera batalla, que como dije será o FFA o Encounter (aleatorio) entre dos formaciones de tanques. Seguiremos informando…
"La juventud no fue hecha para el placer sino para el heroísmo". Paul Claudel
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