La mayor parte de nuestras actividades se centraron en los juegos de tablero, tanto genéricos como estratégicos, de las que encontraréis un jugoso relato en el blog http://latrompadenyarla.blogcindario.com, elaborado por uno de los asistentes. Pero no desaprovechamos tampoco la excelente ocasión que se nos brindaba para experimentar un poco el recientemente aparecido suplemento de FoW España en Llamas (que de ahora en adelante llamaremos SiF, del inglés Spain in Flames).
El reto era de entrada importante por la poca experiencia de nuestro grupo en FoW, pues aquellos de nosotros que más nos habíamos interesado anteriormente por las guerras del siglo XX habíamos siempre optado por jugar a otros sistemas, como Section d'Assaut o Battlefront:WWII; pero además se le añadía un reto suplementario, que consistía en el poco tiempo de que se dispuso para preparar ejércitos suficientes para la prueba, por lo que se hubo de echar mano de ciertas dosis de imaginación para completar unas fuerzas dignas de ese nombre.
Utilizamos para la prueba un tablero de tres módulos de poliestireno (no del expandido más habitual, sino de otro más denso, cuyo nombre técnico ahora mismo no consigo recordar, que por sus características resulta mucho más resistente e igualmente fácil de trabajar), texturado a brochazos de aguarrás y luego pintado a parches con acrílicos verdes y terrosos muy diluídos, dándole el toque final a base de espolvorear algo de céspedes ferroviarios. Los distintos tipos de terreno se distinguían por los predominios de color. Para fijar el arbolado, insertamos alfileres en los troncos de los árboles, lo cual nos permitía dos logros: el primer lugar, el efecto visual de que los árboles estaban realmente enraizados en el terreno, y por el otro la facilidad de desplazar de sitio un árbol concreto si ocasionaba molestias al movimiento de una plaqueta, simplemente quitándolo de en medio y clavándolo en otra parte. Los muretes de piedra bordeando las carreteras habían sido igualmente fijados al terreno con alfileres.
Hay que hacer notar que los muretes que en el mapa se ven cerca del punto A, a ambos lados de la carretera, en el tablero que realmente se jugó no estaban en ese lugar sino en la carretera transversal, de modo que ésta quedaba bordeada de muro por ambos lados en casi toda su longitud.
El escenario que se preparó para la primera partida estaba muy influído por otros sistemas de juego, por lo que no se adaptó a FoW tan bien como en principio esperábamos. El planteamiento consistía en someter una fuerza atacante del bando sublevado a un contraataque gubernamental inesperado, de ahí lo relativamente inusual del desplegamiento inicial: una compañía de la Legión, amalgamada con una sección de Requetés, se desplegaba del lado A del tablero, preparada para asaltar las posiciones republicanas que se interponían en su camino para tomar el puente, con el apoyo de una ametralladora y una pieza anticarro que acababa de llegar. Del lado contrario, una sección de milicia de la CNT algo sobredimensionada (6 plaquetas y una ametralladora) se desplegaba a lo largo de la carretera transversal, reforzada al flanco derecho por un destacamento de Guardias de Asalto y Mossos d'Esquadra ocupando la casa del cruce (donde tenían otra ametralladora) y sus alrededores.
También puede resultar algo inhabitual la disposición transversal del frente, con la retaguardia de cada bando en los lados estrechos del tablero, pero el escaso número de fuerzas implicadas lo aconsejaba así (en un recuento que se hizo, ninguno de ambos bandos llegaba a los 1000 puntos). Tampoco los objetivos eran estándar según método FoW, sino que iban a puntos: para el bando republicano, cada turno de posesión de la casa le brindada 10 puntos, y 5 el puente. Al revés para los franquistas, que recibirían 10 puntos por turno de posesión del puente y 5 por la casa. Para ambos bandos, la eliminación de plaquetas enemigas también proporcionaba puntos, a razón de 1 por plaqueta de infantería, 2 por ametralladora, 3 por auto blindado y 5 por tanque.
El primer turno era de los atacantes. El bando sublevado debía lanzar dado al inicio de cada turno y recibía refuerzos en función del resultado obtenido, que estaba bonificado con un +1 por cada turno adicional. Con un 3 le llegaría una pieza de artillería de 105mm y, con un 7, una sección de carros de combate consistente en tres PzKpfw I y un T-26. El azar decidiría si estos refuerzos habían de llegar por el punto A o el B. Por su parte, a los republicanos les llegaba en su primer turno un auto blindado UNL-35, proviniente del punto C. Lo que no sabían los franquistas es que ahí no acaban los refuerzos republicanos, sino que a partir del 2º turno éstos recibirían de refuerzo una compañía entera de infantería regular, seguida de un cañón de campaña de 75mm y una sección de tres T-26, que, eso sí, deberían hacer entrada en columna por el punto C. La previsión era que los sublevados comprendieran que iban a ser sometidos a un contraataque cuando aún no habían acabado de desalojar la casa.
La experiencia de esta partida nos demostraría que un planteamiento de este tipo, tan azaroso, resulta de mal aplicar en FoW, debido a que su sistema de resolución de combates es mucho más rápido y letal que en otros sistemas de juego; con lo que un retraso o avanzamiento de un refuerzo podía desequilibrar fatalmente la partida sin dar tiempo a que los refuerzos sucesivos corregieran el desequilibrio.
Que es precisamente lo que nos sucedió en esa primera prueba: con un afortunado 6 al dado, los sublevados recibieron al 2º turno el refuerzo de los tanques, que llegaron por el punto A. De este modo, en apenas dos turnos de asalto los milicianos supervivientes (conscript/reluctant) huían en desbandada hacia el río, dejando solo al pelotón de Guardias que, diezmado, se obstinó en defender la casa; el auto blindado quedó literalmente eclipsado por el antitanque y de poca ayuda les sirvió. Para cuando los refuerzos gubernamentales cruzaron el puente en número suficiente, la vanguardia franquista se cernía sobre ellos tan amenazadoramente que el jugador republicano desistió y canceló el contraataque, pues aún no le había llegado la prometida artillería ni los carros. Los sublevados quedaron como dueños del campo.
Al domingo por la mañana se realizó una segunda prueba, pero con la experiencia del día anterior se cambió sustancialmente el planteamiento inicial, que se hizo mucho más simple: cada bando desplegaba todas sus fuerzas de un lado del tablero (nuevamente, por los lados estrechos), y a cada bando se le asignaba un objetivo. El de los sublevados era hacerse con un camión ZiS-5 averiado (supuestamente, con oro del Banco de España), mientras que el de los republicanos consistía en capturar un 88 de la Legión Cóndor que se había quedado sin percutor.
El bando republicano, que desplegaba del lado cercano al río, situó lógicamente los T-26 junto al puente, mientras que la infantería se disponía a lo largo de la ribera del río. Un par de UNL-35 se situaban tras los T-26 con el propósito de actuar de reserva móvil, y eventualmente interponerse entre los franquistas y su objetivo.
El despliegue del bando nacionalista fue fue una imagen especular del del enemigo, con la infantería dispuesta en el bosque y los carros preparados para un avance rápido siguiendo el eje de la carretera. En esta ocasión no se disponía de anticarro sino de una pieza de campaña de 105mm, que fue ubicada a medio camino de la casa.
Sabiéndose en posiciones ventajosas, los franquistas al principio avanzaron muy poco, esperando seguramente un error republicano para lanzarse en tromba sobre el puente. Paradójicamente, esto permitió a los gubernamentales maniobrar de modo que sus temibles T-26 se apartaron de la carretera y avanzaron derechos por el centro del tablero, hasta colocarse a un tiro de piedra de la casa, a cubierto del cañón enemigo y en situación idónea para apoyar a la propia infantería, que pudo sin dificultades ocupar el bosquecillo y el sembrado cercanos. El fuego de los T-26 logró además amedrentar a una de las secciones de infantería franquista, precisamente la que enlazaba ambos flancos.
Lejos de amilanarse, el jugador sublevado empeñó entonces su ala derecha al asalto del bosquecillo, logrando expulsar de allí a los gubernamentales, al tiempo que sus blindados se lanzaban a la carrera hasta sobrepasar a los T-26 republicanos por el flanco. Desde esa posición ventajosa dispararon con todas sus armas, destruyendo a uno de sus adversarios. La respuesta republicana fue, sin embargo, devastadora, pues en apenas dos asaltos lograron destruir tres de los carros franquistas, siendo inutilizado el cuarto por el fuego por retaguardia de los UNL-35.
Destruído su puño blindado, y estancada la situación en su flanco derecho, le quedaba al jugador franquista una sección de reserva de infantería carlista, que ocupó posiciones para cubrir el hueco. Reconociendo lo precario de la situación, los sublevados se dieron por vencidos, abandonando el 88 a manos de los gubernamentales.
A la luz de estas primeras experiencias, muchas son las lecciones prácticas a extraer, y aún las estamos digiriendo. Alguna de ellas, ya intuída, es la relativa fragilidad de los blindados del momento, especialmente los Pzkpw. I, cuya utilización frente a blindados enemigos requiere dosis especialmente altas de sangre fría y buena suerte o, como mejor opción, dejar los carros enemigos a los letales antitanques de 37-47mm y usar los propios en apoyar a la infantería. El mortífero intercambio habido en esta segunda partida parece abonar sin paliativos esta opción.
Otra idea más a tener en cuenta: se han utilizado para estas pruebas de España en Llamas figuras de 20mm y vehículos de escalas 1/76-1/72, en vez de las habituales miniaturas de 15mm y escala 1/100. Como se puede apreciar por la foto, los resultados son francamente resultones (valga la redundancia), y la adecuación a las bases estándar de FoW apenas ha presentado problemas: las plaquetas pequeñas contienen dos figuras en vez de tres, en las medias hay tres en vez de las usuales cuatro o cinco, y cañones anticarro y de campaña caben en las bases respectivas. Sólo el enorme 88 ha requerido una base especialmente ideada para él.
